El 11 de febrero, memoria litúrgica de la Virgen de Lourdes, se celebra la Jornada Mundial del Enfermo y el Papa, que bendijo las iniciativas preparadas para ese día -en particular la Vigilia que tendrá lugar en Roma el día 10- dedicó la meditación que precede al Angelus dominical al sentido y al valor de la enfermedad, recordando que las actividades principales de Jesús en su vida pública fueron predicar y curar.
”Con la predicación Él anuncia el Reino de Dios y con las curaciones demuestra que está cerca de nosotros, que el Reino de Dios está en medio de nosotros”, dijo Francisco a los fieles reunidos a mediodía en la Plaza de San Pedro, comentando el evangelio de San Marcos que narra la curación de la suegra de Pedro y, en el ocaso del sábado, cuando la gente podía salir de casa y llevar los enfermos a Jesús, la de tantas personas aquejadas de todo tipo de enfermedades, físicas, psíquicas y espirituales.
”Venido a la tierra para anunciar y salvar a cada ser humano y a todos los seres humanos, Jesús, demuestra una predilección especial por los que están heridos en el cuerpo y en el espíritu: los pobres, los pecadores, los endemoniados, los enfermos, los marginados. Así se revela tanto médico de las almas como de los cuerpos, Buen Samaritano del ser humano. La curación de los enfermos por parte de Cristo nos invita a reflexionar sobre el sentido y el valor de la enfermedad”.
Pero la obra salvífica de Cristo ”no se acaba con su persona y en el arco de su vida terrena: continúa a través de la Iglesia, sacramento del amor y de la ternura de Dios por los hombres. Jesús, enviando en misión a sus discípulos, les confiere un doble mandato: anunciar el Evangelio de la salvación y curar a los enfermos. Fiel a esta enseñanza, la Iglesia siempre ha considerado la asistencia a los enfermos parte integrante de su misión”.
El Papa citó a este propósito las palabras del evangelio de San Mateo, cuando Jesús exclama: “Los pobres y los enfermos estarán siempre con vosotros”, y afirmó que ”la Iglesia continuamente los encuentra en su camino y considera a las personas enfermas como un camino privilegiado para encontrar a Cristo, para acogerlo y para servirlo. Curar a un enfermo, acogerlo, servirlo, es servir a Cristo: el enfermo es la carne de Cristo”.
También en nuestros tiempos, no obstante los múltiples progresos de la ciencia ”el sufrimiento interior y físico de las personas suscita fuertes interrogantes acerca del sentido de la enfermedad y del dolor y sobre el porqué de la muerte”. ”Se trata -subrayó el Santo Padre- de preguntas existenciales, a las que debe responder la acción pastoral de la Iglesia, teniendo ante los ojos el Crucifijo donde aparece todo el misterio salvífico de Dios Padre, que por amor de los hombres no ahorró a su propio hijo, Por lo tanto, cada uno de nosotros está llamado a llevar la luz de la Palabra de Dios y la fuerza de la gracia a aquellos que sufren y a cuantos los asisten, familiares, médicos, enfermeros, para que el servicio al enfermo se cumpla siempre con humanidad, con dedicación generosa, con amor evangélico, con ternura. La Iglesia madre, a través de nuestras manos, acaricia nuestros sufrimientos y cura nuestras heridas, y lo hace con ternura de madre”.
fuente: www. vis.va