La indiferencia mata mi fe. La indiferencia quita mis fuerzas. La indiferencia arruina mi esperanza. La indiferencia se apodera de mí como un ladrón que entra en la casa. Poco a poco para que no me dé cuenta. Y ¿por qué tanta indiferencia en mí? Porque me falta la perseverancia. Me falta perseverar al lado de Jesús y aprender de Él que con Él la carga de la vida se hace ligera y su yugo suave.