Carisma

Para referirnos al Carisma franciscano hay que tener presente las palabras de san Francisco en su Norma de Vida para los Hermanos Menores, la cual dice así: “La Regla y vida de los Hermanos Menores es esta: “observar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin nada propio y en castidad” (Rb 1).

Ahora, la observancia del Santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, vivido en obediencia, sin propio y en castidad es un elemento común a todas las Órdenes religiosas, sin embargo, el apelativo “Hermanos Menores”, pone de manifiesto las notas características del ideal de Francisco, el cual hay que vivirlo en fraternidad menor y humilde: “Ninguno de los hermanos tenga poder o dominio entre ellos, como dice el Señor en el Evangelio: Los jefes de las naciones las dominan y los grandes las oprimen. No ha de ser así entre los hermanos. El que quiera ser mayor entre ellos se haga como el menor” (Rnb 5).

La Fraternidad menor y humilde ha de vivirse según el ejemplo de Jesucristo: “El cual, siendo de condición divina, no codició el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo. Asumiendo semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre, se rebajó a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz” (Filp 2,6-7). O como lo expresa san Francisco, en la Regla no bullada, cuando dice: “Y ninguno se llame prior, sino todos sin excepción llámense hermanos menores. Y el uno lave los pies del otro¡” (Rnb 6, 3-4). O en la Carta a toda la Orden: “Oh admirable celsitud y asombrosa condescendencia! ¡Oh humildad sublime! ¡Oh sublimidad humilde, pues el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, de tal manera se humilla, que por nuestra salvación se esconde bajo una pequeña forma de pan! 28Ved, hermanos, la humildad de Dios y derramad ante él vuestros corazones (Sal 61,9); humillaos también vosotros para que seáis ensalzados por él”(CatO 27-28). Es decir, el concepto de fraternidad menor, representa todo un programa de vida, que sirve de coagulante de la Comunidad.

Esta fraternidad debe manifestarse en la caridad entre todos los hermanos, hasta tal punto que la relación entre los hermanos y sus guardianes debe ser más “materna” que fraterna.

De igual manera, el carisma franciscano está completamente empapado del “espíritu de la santa oración y devoción”, la cual, debe ser practicada “fiel y devotamente”: “En todas partes, en todo lugar, a toda hora y en todo tiempo, diariamente y de continuo, todos nosotros creamos verdadera y humildemente, y tengamos en el corazón y amemos, honremos, adoremos, sirvamos, alabemos y bendigamos, glorifiquemos y ensalcemos sobremanera, magnifiquemos y demos gracias al altísimo y sumo Dios eterno, Trinidad y Unidad, Padre e Hijo y Espíritu Santo…” (1Reg 23,11).

La pobreza, al contrario que en las Órdenes precedentes, debe ser absoluta, individual y colectivamente. Los hermanos deben vivir del propio trabajo y, en caso de necesidad, pueden recurrir a la “mesa del Señor”, o sea a la mendicación, sin avergonzarse, porque también Cristo se hizo pobre y peregrino en este mundo. De hecho, se habla de “sin propio”, lo cual expresa la radicalidad de Francisco.

La misión y predicación de los hermanos menores ha de ser por “divina inspiración”; por lo cual, el espíritu apostólico y misionero, ha de consistir en anunciar la paz y la salvación de Jesucristo a cristianos y a personas de otras creencias según el ejemplo del Señor, con discursos útiles y edificantes y “brevedad de palabras”. Y debe ir acompañada por el buen ejemplo, “sirviendo al Señor en pobreza y humildad”, mostrándose ante todos en el mundo como hombres “mansos, pacíficos, modestos y humildes”, sin discusiones, contiendas o juicios, soportando con humildad y paciencia las persecuciones y enfermedades y orando por los enemigos.

Tales actitudes han de ir acompañadas además por el espíritu de caballerosidad y vida juglaresca, tan típicos de la Edad Media, para manifestar la alegría del servicio divino y atraer a todos al amor del Señor.

Una nota de vital importancia en el carisma franciscano ciertamente es la eclesialidad, pues ya desde sus primeros pasos Francisco siempre quiso y deseo estar bajo la guía e iluminación de la Santa madre Iglesia, como bien lo expresa en varios pasajes de sus escritos.

En resumen, las notas características de la espiritualidad franciscana se expresan en la minoridad, fraternidad-caridad, oración, sin propio y obediencia a Dios, a la Iglesia y a toda criatura por amor al Señor.

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