“Se le soltó la boca y lengua”. Zacarías puede hablar de nuevo y no disparata, sino que bendice a Dios. ¿Y nosotros? ¿Para qué usamos nuestra lengua? Es importante qué contienen nuestras palabras. Si se hallan en ellas: la verdad, la paz, el consuelo, el amor, entonces sin pronunciar el nombre de Dios ya lo bendecimos.