”El primero del año es la festividad de la Madre de Dios, a la que sigue la Epifanía con el recuerdo de la visita de los Magos. Escribe el evangelista Mateo: ”Entrados en la casa, vieron al niño con María su madre, se postraron y lo adoraron. Es la Madre la que después de haberlo generado presenta el Hijo al mundo. Nos da a Jesús y nos muestra a Jesús”. Con estas palabras introdujo el Papa Francisco la primera catequesis de las audiencias generales de los miércoles de 2015, dedicada a la figura de la madre, tanto en la familia, como en la comunidad cristiana.
”Todas las personas deben la vida a una madre y casi siempre le deben mucho de la existencia sucesiva, de la formación humana y espiritual”, afirmó el Papa. Pero, ”no obstante se la exalte mucho desde el punto de vista simbólico, se la escucha poco y se le ayuda poco en la vida cotidiana y se considera poco su papel central en la sociedad; al contrario, a menudo son explotadas a causa de su disponibilidad …para ahorrar así en el gasto de los servicios sociales”.
También sucede en la comunidad cristiana que no se tenga en cuenta a las madres. ”Y sin embargo en el centro de la vida de la Iglesia está la Madre de Jesús… Habría que prestarles más atención y entender mejor su lucha cotidiana por ser eficientes en el trabajo y atentas y afectuosas en la familia; habría que entender mejor a lo que aspiran para expresar los frutos auténticos y mejores de su emancipación”.
Las madres son ”el antídoto más fuerte para el individualismo… las que más odian la guerra que mata a sus hijos, las que atestiguan la belleza de la vida. El arzobispo Oscar Arnulfo Romero decía que las madres viven un ”martirio materno” y en la homilía de un sacerdote asesinado por los escuadrones de la muerte afirmó….que dar la vida “no significa sólo ser asesinado; dar la vida, tener espíritu de martirio, es dar en el deber, en el silencio, en la oración, en el cumplimiento honesto del deber, en aquel silencio de la vida cotidiana. Dar la vida poco a poco; Sí, como la da una madre, que sin temor, con la sencillez del martirio materno, concibe en su seno un hijo, da a luz, lo amamanta, lo cría y lo cuida con afecto. Es dar la vida. Es martirio”. ”Si, ser madres -recalcó Francisco- no significa solo traer un hijo al mundo, sino una elección de vida: la elección de dar la vida”.
”Una sociedad sin madres sería una sociedad inhumana porque las madres saben testimoniar siempre, incluso en los peores momentos, la ternura, la dedicación, la fuerza moral.. Son ellas frecuentemente las que transmiten el sentido más profundo de la práctica religiosa…Un mensaje que las madres creyentes saben transmitir sin tantas explicaciones, que llegarán después; el germen de la fe está en los primeros momentos, en los más preciosos. Y sin las madres… la fe perdería buena parte de su calor simple y profundo”.
”Y la Iglesia -exclamó al final el Papa- es nuestra madre…No somos huérfanos, tenemos una madre. La Virgen, la madre Iglesia y nuestra madre. No somos huérfanos, somos hijos de la Iglesia, somos hijos de María y de nuestra madre. Gracias, queridas madres por lo que sois en la familia y por lo que dais a la Iglesia y al mundo. Y a ti,amada Iglesia, gracias por ser madre. Y a ti, María, madre Dios, gracias por mostrarnos a Jesús”.
Después de la catequesis, el Santo Padre saludó entre otros a una delegación de imanes franceses, comprometida en el diálogo entre islam y cristianismo y a un grupo de polacos supervivientes del campo de concentración de Auschwitz, liberados hace setenta años.
fuente: www.vis.va