A mediodía el Papa Francisco se asomó a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro y reflexionar sobre las lecturas de la liturgia de hoy.
El evangelio de este domingo narra la llegada de Jesús con sus discípulos a Cafarnaum, la ciudad natal de san Pedro y en aquellos tiempos la más grande de Galilea. San Marcos escribe que, siendo sábado, Jesús fue inmediatamente a la sinagoga y se puso a enseñar. ”Esto -dijo Francisco- nos hace pensar en el primado de la Palabra de Dios, Palabra para escuchar, Palabra para recibir, Palabra para anunciar”. Llegando a Cafarnaum Jesús ”no deja para después el anuncio del Evangelio, no piensa antes en cómo acomodar a su pequeña comunidad, no se detiene en la organización. Su preocupación principal es comunicar la Palabra de Dios con la fuerza del Espíritu Santo. Y la gente de la sinagoga se asombra porque Jesús ”les enseñaba como alguien que tiene autoridad y no cómo los escribas”.
”¿Que significa con autoridad?” preguntó el Papa, explicando a continuación que en las palabras humanas de Jesús se sentía ”toda la fuerza de la Palabra de Dios, se sentía la autoridad misma de Dios, inspirador de las Sagradas Escrituras. Y una de las características de la Palabra de Dios es que cumple lo que dice”. Efectivamente Jesús, después de haber predicado demuestra inmediatamente su autoridad liberando a un hombre, presente en la sinagoga, que estaba poseído por el demonio. ”Fue la autoridad divina de Cristo -subrayó el Santo Padre- la que suscitó la reacción de satanás escondido en aquel hombre. Y Jesús reconoció a su vez la voz del maligno y le ordenó severamente: ”¡Calla! Y sal de este hombre”. Solamente con la fuerza de su palabra, Jesús libera a la persona del maligno. Y una vez más los presentes se asombran: ”Da órdenes incluso a los espíritus impuros y éstos le obedecen”. La palabra de Dios crea en nosotros estupor. Tiene la fuerza de maravillarnos”.
”El Evangelio es palabra de vida: no oprime a las personas, al contrario, libera a cuántos son esclavos de tantos espíritus malvados de este mundo: el espíritu de la vanidad, el apego al dinero, el orgullo, la sensualidad…El Evangelio -afirmó- cambia el corazón, cambia la vida, transforma la inclinación al mal en propósitos de bien. El Evangelio es capaz de cambiar a las personas. Por lo tanto es tarea de los cristianos difundir por doquier su fuerza redentora convirtiéndose en misioneros y heraldos de la Palabra de Dios…La nueva doctrina enseñada con autoridad por Jesús es la que la Iglesia lleva al mundo, junto con los signos eficaces de su presencia: la enseñanza atendible y la acción liberadora del Hijo de Dios se convierten en las palabras de salvación y los gestos de amor de la Iglesia misionera”.
El Papa concluyó recordando a todos que el Evangelio tiene la fuerza de cambiar la vida. ”Es la Buena Nueva que nos transforma sólo cuando nos dejamos transformar por ella. Por eso os pido -reiteró- que tengáis siempre un contacto diario con el Evangelio, que cada día leáis un pasaje, que lo meditéis y lo llevéis siempre con vosotros, en el bolsillo, en el bolso…. Es la fuerza que nos cambia, que nos transforma. ¡Cambia la vida!, ¡Cambia el corazón!”.
fuente: www.vis.va