En vísperas de la apertura oficial del Año de la Vida Consagrada, que tuvo lugar el primer domingo de Adviento, con la solemne celebración de la Santa Eucaristía en la Basílica de San Pedro, presidida por el Cardenal João Braz de Aviz, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, el Santo Padre Francisco, quien se encontraba en Turquía en el ámbito de su sexto viaje apostólico internacional, dirigió un video mensaje a todos los consagrados y las consagradas que viven y trabajan en el mundo, sin olvidar a quienes participaron en la vigilia de oración celebrada el 29 de noviembre en la Basílica romana de Santa María la Mayor.
Al respecto cabe destacar que este Año de la Vida Consagrada concluirá el 2 de febrero del 2016, en coincidencia, precisamente, con la celebración de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.
“¡Despierten al mundo! ¡Despierten al mundo!” Es ésta la invocación que el Papa Francisco hace nuevamente con este video mensaje de saludo a los consagrados y consagradas que gastan su vida en las periferias del mundo. El Santo Padre manifiesta su deseo de que este Año dedicado de modo especial a este estado de vida sea una ocasión para valorizar de modo conveniente el don precioso de la vocación a la vida consagrada.
“Pongan a Cristo en el centro de su existencia” – les dice el Papa Francisco – porque “la vida consagrada consiste esencialmente en la adhesión personal a Él”. Y pide a los consagrados y a las consagradas de todo el mundo que se transformen en la “memoria viva del modo de ser de Jesús, como Verbo encarnado frente al Padre y frente a los hermanos” (cit. Vita Consacrata 22).
Escuchemos algunas de las consideraciones del Obispo de Roma, comenzando por la afectuosa cercanía que les manifiesta:
Queridos hermanos y hermanas, si bien lejos físicamente a causa de mi servicio a la Iglesia universal, me siento íntimamente unido a todos los consagrados y a las consagradas al inicio de este Año que he querido que estuviera dedicado a la Vida Consagrada.
Tras saludar a los miembros de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, así como a todos los que en ese momento estaban presentes en la Basílica de Santa María la Mayor, bajo la tierna mirada de la Bienaventurada Virgen Salus Populi Romani, para asistir a esa vigilia de oración, el Pastor de la Iglesia universal extendió, con su agradecimiento, su mirada a todos los consagrados de los cinco continentes:
En esta ocasión, mis primeras palabras son de gratitud al Señor por el don precioso de la vida consagrada a la Iglesia y al mundo. Que este Año de la Vida Consagrara sea una ocasión a fin de que todos los miembros del pueblo de Dios del gracias al Señor, del que proviene todo bien, por el don de la vida consagrada, valorizándola de manera conveniente.
A ustedes, queridos hermanos y hermanas consagrados, va igualmente mi gratitud por lo que son y hacen en la Iglesia y en el mundo: que éste sea un “tiempo fuerte” para celebrar con toda la Iglesia el don de su vocación y para reavivar su misión profética.
Tras insistir en que deben despertar al mundo, poniendo a Cristo en el centro de su existencia, dejándose tocar por su mano, conducir por su voz y sostener por su gracia, porque están llamados a ser “exégesis viva” del Evangelio, el Papa les pide:
¡Salgan de su nido hacia las periferias del hombre y de la mujer de hoy! Para esto, déjense encontrar por Cristo. El encuentro con Él los impulsará al encuentro con los demás y los llevará hacia los más necesitados, hacia los más pobres. Lleguen a las periferias que esperan la luz del Evangelio. Vivan en las fronteras. Esto les pedirá vigilancia para descubrir las novedades del Espíritu; lucidez para reconocer la complejidad de las nuevas fronteras; discernimiento para identificar los límites y la manera adecuada de proceder; e inmersión en la realidad, “tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo”.
Francisco les recuerda que ante ellos se presentarán numerosos desafíos, que sin embargo pueden ser superados, siendo realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la esperanza. De ahí que exclame: “¡ No nos dejemos robar la fuerza misionera!”. Y antes de concluir manifestando su deseo de que el Señor los bendiga y la Virgen los custodie, y de pedir, por favor, que recen por él, el Santo Padre desea:
Que María, mujer en contemplación del misterio de Dios en el mundo y en la historia, mujer diligente en el ayudar con prontitud a los demás, y por esto modelo de todo discípulo misionero, nos acompañe en este Año de la Vida Consagrada que ponemos bajo su mirada materna.
fuente: news.va